LA VERDAD ES UNA EXCUSA

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La verdad es una excusa habla del arte, de su lenguaje transmisor y de los interlocutores que intervienen en el discurso, pero habla también o igualmente de asuntos que nos atañen al margen del arte mismo, así la identificación con una identidad concreta y determinada, la memoria y sus vínculos con lo real, lo acompasado del fracaso… y lo cadencioso y constante del naufragio.

Para Ampudia no hay verdad incontrovertible y todo, tanto nuestro sistema de creencias como la memoria puesta en el pasado próximo o lejano, incluso la percepción y observaciones que efectuamos responden a un engaño conceptual: no existe lo verdadero, sino un punto de vista, un emplazamiento respecto a lo real. De ahí que la verdad cambie con solo una mudanza elemental de los dispositivos de la realidad.

El vídeo de La verdad es una excusa mediante el simple mecanismo de invertir el sentido de la proyección cinematográfica “devuelve” a los exiliados españoles de la Guerra Civil a su lado propio de la frontera, los hace regresar a casa ante nuestros ojos y pone en evidencia, mayor y más sangrienta, la crueldad de su destino histórico y su paralela hermandad con los exiliados contemporáneos. Los cojos andan hacia atrás, los niños beben las lágrimas de sus ojos, los guardias franceses recuperan un coche caído o volcado y el paso de Le Perthus reintegra a España españoles que nunca dejaron de serlo.

Por el suelo, instrumentos mecánicos, robots a medio camino entre la pistola y el coche infantil “hacen puré”, en palabras del artista, frases del Hiperión –ese muchacho devastado por la guerra y la naturaleza humana– de Hölderlin: “Las olas del corazón no estallarían en tan bellas espumas, ni se convertirían en espíritu, si no chocaran con el destino, esa vieja roca muda.”