- Proyección monocanal con sonido
- 5 minutos 44 segundos
- Dimensiones variables
DÓNDE DORMIR (2008-2015)
La exposición reúne por primera vez todas las piezas de su serie más amplia hasta la fecha: Dónde dormir. El artista ha estado pernoctando desde 2008 en diversos lugares icónicos de la cultura y la historia del arte. Comenzó la serie en el Museo del Prado, bajo Los fusilamientos del 3 de mayo de Goya, para después hacerlo en la Alhambra, en la feria de ARCO, en la Biblioteca del Palácio Nacional da Ajuda en Lisboa y recientemente en el Palau de la Música de Barcelona.
En toda la serie la acción se basa en dormir en el interior de un espacio consagrado al arte, algo que históricamente se ha considerado como ilegal y subversivo. A partir de la sencillez de este gesto, subyace la posición de resistencia de Ampudia hacia ciertas actitudes del mundo del arte que se han dado por asumidas y que a partir de ahí se han convertido en convencionales.
El acto de dormir ha tomado diferentes matices a partir de la convulsión política de los últimos años y la emergencia de movimientos como el 15M, Occupy Wall Street, Occupy Museums, etc., y se ha convertido en un acto de resistencia en sí mismo y en toda una declaración de intenciones.
Por otro lado, el gesto de hacerlo en un espacio público ha estado siempre asociado a lo marginal, así como a situaciones de tránsito en algún “no-lugar” –de un viaje largo o una escala de avión– o de indefensión, todas ellas metáforas que se adaptan bastante bien al momento en el que se encuentra el arte y la cultura en nuestro país desde que el artista comenzó la serie.
Pero la actitud positiva de las obras de Ampudia nos aproxima más a su vinculación con el acto de soñar, de producir ideas, de repensar y seguir soñando la utopía, esa que nos mantiene y ante la cual debemos adoptar una posición política.
A lo largo de la historia del arte, el acto de dormir se ha presentado como un gesto subversivo y elemental a la hora de analizar nuestro papel como individuos dentro de la construcción del espacio social: desde las esculturas de los Eros durmientes que decoraban las villas romanas en la época helenística a El sueño de la razón produce monstruos de Goya –tan bien interpretado posteriormente por el británico Yinka Shonibare–, La pesadilla de Henry Fuseli, el Sueño causado por el vuelo de una abeja alrededor de una granada un segundo antes de despertar de Salvador Dalí u otras obras de sus compañeros surrealistas, por mencionar algunos ejemplos representativos.
Otros ejemplos historiográficos algo más contemporáneos con Morfeo como protagonista serían el famoso film Sleep, el primero de Andy Warhol, donde el actor John Giorno duerme a pierna suelta durante más de cinco horas; o The Maybe de Cornelia Parker, donde Tilda Swinton dormía ocho horas al día en una vitrina de la Serpentine Gallery, así como también dormían en su galería de Nueva York la pareja de artistas israelíes Gil y Moti, en la búsqueda de un nuevo amante a través de su obra Sleeping with the Enemy. Por su parte, Sophie Calle, en Les dormeurs, parte del acto de invitar a dormir en su propia cama a diferentes personas, mayormente desconocidos, para proceder a fotografiarlos.
Incluso algunas instituciones se han prestado a ofrecerse a modo de hotel, como el propio museo Guggenheim de Nueva York, que hace unos años, a partir de la obra Revolving Hotel Room del artista belga Carsten Höller y por el “módico” precio de 300 dólares (precio que se triplicaba en días festivos), se permitía al visitante pasar una noche en el interior del museo. O por irnos a casos más cercanos, el ARTIUM de Vitoria, que, en una iniciativa por parte del grupo artístico Fundación Rodríguez, planteó una noche de dormida colectiva como una de las acciones para hacer una relectura de la colección del museo. Como ejemplo más reciente está el de la artista china Zhou Jie, quien este pasado verano, en su exposición que tuvo lugar en la Beijing Art Now Gallery de Pekín titulada 36 days, habitó en ese espacio durante el tiempo que indica el título del proyecto. Dormía en una cama de alambre y, en ocasiones, lo hacía acompañada por su pareja.
Aunque inevitablemente se pueden asociar todos estos ejemplos con cierta pátina de fetichismo, de cierto morbo por dormir en el espacio institucional –ese que correspondería a lo correcto y normativo–, se tratan más bien de una profunda reflexión sobre la naturaleza de los sueños y la manera en que estos son proyectados en el individuo, una línea que es continuada por Ampudia para reflexionar, una vez más, sobre los códigos y estructuras del arte contemporáneo, así como sobre la situación crítica en la que este se encuentra.
Pretende asimismo, con este acto, despojarse del yo artista para mostrarse como un yo más inmediato, y a su vez trasformar el espacio del arte en un lugar mucho más cercano, un espacio del arte próximo a todos que nos haga sentir como en casa. Se propone así una reformulación de nuestro concepto de habitar que, por la reiteración de la acción en diversos lugares icónicos, convence al espectador de que su relación con estos ámbitos debe relajarse y sentirse como propia. De nuevo nos recuerda que nos pongamos cómodos, que el espacio público es de todos y para todos, y que esta actitud desahogada ante los templos del arte es una manera más de reescribir la historia, o al menos de abrir nuevos capítulos…
BLANCA DE LA TORRE
DE-ESCRIBIR UNA CORRIENTE DE AIRE